Miedo a molestar, al juicio, al rechazo

Hablar cuando enfrentas dificultades sin verguenza o miedo rompe con el aislamiento. La humildad y la confesión liberan de la culpa y por ende del sufrimiento.

Camina hacia la luz, deja de esconderte. Admite tus debilidades y defectos. CONFESIÓN.

¡HUMILDAD! Nos libera de la vergüenza y la culpa que son un peso mortífero que nos lleva a la mentira, al vicio y a vivir escondido en la oscuridad.

Confesar es asumir. Asumir es tener autoestima.

Estar en la correcta estima de uno mismo es Humildad: no somos ni más ni menos que los demás, no negamos ni nuestras debilidades ni nuestras cualidades.

En la humildad somos íntegros y por tanto autónomos. No caemos en la compulsión de agradar. Sólo buscamos agradar a Dios, o a la mejor version de uno mismo. Porque una buena autoestima conduce necesariamente al amor propio y por tanto a la Excelencia.

¡Así que no te preguntes qué quieres tú sino qué quiere Dios! ¿Y qué es lo primero que quiere un buen padre para su criatura? Que sea el más bello, el más fuerte, alegre, bueno, inteligente,… en fin, que sea excelente. Esto es necesariamente bueno para el colectivo, el universo y, por lo tanto, irradia y fluye naturalmente hacia los demás. Sé entonces un buen padre para ti mismo, condúcete como un buen patriarca con autocontrol en acuerdo con las tablas de la ley y con excelencia.

Por tanto, el rechazo es un regalo que no hay que subestimar ni al que hay que temer. Cuando brillamos, atraemos a los hombres de buena voluntad y ofendemos a los que están en las tinieblas y en el vicio: los celosos, los mediocres, los acomplejados que se avergüenzan porque el ego les impide confesar su debilidad, los perezosos,… Su rechazo es un regalo porque su presencia es veneno.

Confía en lo invisible. Las apariencias engañan. Quien te rechaza es por una buena razón que a veces te supera. No pertenece a tu camino, no esperes. Y cuando sientas rechazo, no te sientas culpable. Es la ley de la atracción en juego. No vayas en contra de la ley.

Querer complacer a todos está fuera de la ley. Querer complacer por sí es vanidad. Es vano, inútil.

Juzgamos un árbol por sus frutos. Produce tus frutos y deja que los que de ellos se nutren, se alimenten y los que son repelidos, sigan su camino.

Presta atención a la producción de tus frutos, a la felicidad de su belleza, utilidad, calidad. Y no a las miradas de los demás, a sus reacciones. Produce tus frutos con entusiasmo, es decir en Dios: En Theos.

Caminar en la luz es brillar y exponer sus propias cualidades y defectos. Ser vulnerable y estar en la verdad. Completo. La fragmentación y el sufrimiento del vicio ya no tienen de dónde agarrarse. Ya no hay lugar a la manipulación.

¡El camino se abre para volverte más grande que tus problemas y así resolver otros cada vez más grandes para el bien de todos!

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